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“Hay que transformar el carro de la compra en un carro de combate”

Entrevista a José Esquinas


Publicado en Periodismo Humano






Mueren de hambre 17 millones de personas al año como consecuencia del hambre y la malnutrición, 40 mil cada día. Ese mismo día gastamos en armamento 4 mil millones de dólares. Es decir, por cada muerto de hambre cada día, usamos en armamento 100 mil dólares. Con lo que gastamos por 100 mil euros podríamos alimentar más de 200 años a esa persona. ¿Estamos locos?, ¿somos idiotas? Somos malos simplemente”.

Quien así de tajante habla es José Esquinas (Ciudad Real, 1945).Y lo hace con conocimiento de causa:  Doctor Ingeniero Agrónomo por la Universidad de Madrid y Doctor en Genética y Máster en Horticultura por la Universidad de California en EEUU. Ha trabajado en la FAO durante 30 años en recursos genéticos, biodiversidad agraria, cooperación internacional y ética para la agricultura y la alimentación. En la actualidad es Profesor Titular en la Universidad de Madrid y Director de la Cátedra de Estudios sobre Hambre y Pobreza (CEHAP) en la Universidad de Córdoba.

Por otra parte se dan una serie de paradojas: el número de obesos es desde 2005 superior al de hambrientos y además, contrariamente a lo que muchos piensan, el hambre no es consecuencia de la falta de alimentos. Existen en el mundo alimentos, según la propia FAO, para alimentar al doble de la humanidad, el problema es de acceso a estos alimentos. Los alimentos están en el mercado pero no llegan a la boca ni a la mesa de los que tienen hambre. La solución tiene que ser la producción local. Hay que incrementar la soberanía alimentaria”, prosigue Esquinas.


A pesar de sus años de vinculación con la FAO, o quizá por ello, no muestra reparos en afirmar que “el terminar con el hambre es un problema de voluntad política. Cuando se presentan pandemias mucho menos fuertes que el hambre como la fiebre aviar, la gripe A o la fiebre porcina se han invertido cantidades ingentes. El número de muertos por gripe A durante cuatro años ha sido de 17 mil personas, menos de la mitad de los que mueren en un solo día por hambre y se han hecho los esfuerzos que no se han hecho en el caso del hambre. Muchas veces uno se plantea si el problema del hambre no es debido a que el hambre no es contagiosa. Pero yo considero una miopía política el no darse cuenta de que el hambre, si no es contagiosa, es tremendamente peligrosa. Ya no hablo de generosidad, hablo de egoísmo inteligente.

Un egoísmo inteligente que ejemplifica con las revueltas producidas en los últimos años. “En 2008, con la subida de precios, hay revueltas callejeras en 60 o 70 países del mundo, la caída del muchos regímenes. En 2011, con un repunte en los precios de los alimentos, los analistas dicen que la causa inmediata de la Primavera Árabe (que por otra parte yo estoy muy contento de que ocurra por otras razones) es la subida del precio de los alimentos. En la base de la violencia internacional está el hambre y la pobreza. E igual en la inmigración ilegal. Nadie arriesga su vida en una patera dejando su casa si no es porque en muchos casos quedándose en su casa arriesgan mucho más su vida y la de su familia. Sin soberanía alimentaria no habrá nunca seguridad mundial ni paz. Debería ser una estrategia global el asimilar el concepto de soberanía alimentaria.”

Pero hablar de soberanía alimentaria no es fácil, sobre todo en organismos internacionales: “En la FAO está “prohibido”, prácticamente en todas las reuniones de Naciones Unidas, hablar de soberanía alimentaria. No es un término aceptado, sólo se habla de seguridad alimentaria porque el primero va en contra del concepto de libre comercio. Pero hay que producirlos a nivel local para que los que pasan hambre tengan alimentos y eso es soberanía alimentaria. Sin soberanía alimentaria no hay soberanía.”

Para Esquinas, uno de los más claros ejemplos de la importancia de la soberanía alimentaria es Benín: “Allí hasta hace 20, 30 años no había problemas de alimentación. Pero diferentes misiones internacionales, incluido el Banco Mundial, el FMI, sugirieron al gobierno que produjeran algodón porque había gran demanda por parte de EEUU y Europa y la productividad allí era alta. Siguieron el consejo y empezaron a producir mucho más. Los pequeños agricultores vendieron sus fincas y trabajaron como jornaleros en las grandes plantaciones de algodón porque ganaban más. Todos estaban contentos hasta el 2008 que se multiplican los precios de los alimentos básicos en el mercado internacional. Entonces, con su salario como jornaleros ya no podían comer. Querían volver a sus fincas pero ya no había marcha atrás. Hoy en Benín hay un alto porcentaje de la población que pasa hambre. Es clave tener soberanía para no estar a merced de nadie”.

Recuerda cuando de niño en el mercado encontraba hasta 40 variedades de manzanas y como su padre le decía que cuando salía una buena cosecha, se conservaba la semilla. “Ellos no sabían que estaban haciendo mejora genética, yo tampoco. No lo sabían pero es lo que han estado haciendo los agricultores a lo largo de 10.000 años de agricultura. Y fruto de esa mejora es la variedad que cada uno tenía”, comenta Esquinas.

Hijo y nieto de agricultores, José Esquinas afirma que es un error limitarse a hablar de diversidad biológica marginando la agrícola: “La mayor parte de los que hablan de biodiversidad están hablando de el oso panda, la ballena o el rinoceronte. Está muy bien, hay que mantenerlos, tenemos la obligación moral y jurídica de hacerlo pero no son lo que nos alimenta. Es más sexy que la biodiversidad biológica del arroz, el trigo o el maíz pero no nos alimenta, hay que hablar de la biodiversidad biológica agrícola”.

Para este ingeniero agrónomo de reconocimiento internacional, uno de los problemas es que gran parte de las especies alimenticias se están infrautilizando porque se encuentran en zonas rurales de los países en vías de desarrollo, en los llamados cultivos de los pobres. “Nadie quiere invertir en dar de comer a los los que no tienen con que pagar pero el potencial que tienen esos cultivos es inmenso. Muchos miles de cultivos los desconocemos y eso es una causa de la pérdida de biodiversidad”, sentencia este ciudadrealeño.

Expone cifras que evidencian la pérdida de uno de los recursos naturales, la biodiversidad: “ El ser humano a lo largo de la historia ha utilizado entre 8 y 10 millones distintas de especies. Hoy cultivamos 150 y solo 12 contribuyen en un 70 por ciento a la alimentación calórica humana y solo cuatro especies vegetales (el trigo,el arroz, el maíz y la patata) contribuyen al 60 por ciento a la alimentación calórica humana. Hemos reducido drásticamente la base biológica de nuestra alimentación. Todo como consecuencia del choque de civilizaciones en los que se han ido marginando cultivos como la quinoa, la cañigua, el amaranto, porque pertenecen a culturas o civilizaciones que han sido relegadas”.

Y prosigue: “Perdiendo biodiversidad agrícola hemos perdido nuestra capacidad de selecionar y por tanto de adaptarnos a los cambios impredecibles del medio ambiente. Se selecciona en la diversidad, en la uniformidad no hay selección posible y el mundo es mucho más vulnerable. La pérdida de biodiversidad genética pone en peligro el futuro  de  la humanidad.
Eso no quiere decir que vamos a parar el progreso, el producir nuevas variedades comerciales y uniformes pero hoy es imprescindible conservar la poca biodiversidad que nos queda en bancos de geoplasma, en campos de agricultores o en parques naturales. La diversidad es un valor en si mismo, no solo la biológica. Hemos de ser conscientes de que nuestros recursos genéticos son producto del trabajo de los agricultores durante milenios, que son parte de la identidad cultural de los pueblos, igual que lo es una lengua o una catedral”.

La defensa de los más pobres, la conciencia del hambre en el mundo y la seguridad alimentaria son sus ejes vitales. Por eso, José Esquinas ha dedicado casi toda su carrera profesional a impulsar el Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura (TIRFAA): “La mayor parte de las variedades se recolectaban de los países en vías de desarrollo, pero los bancos de germoplasma estaban en los países desarrollados, ¿a quién pertenecía entonces esa material?. Si no se establecía un acuerdo que dijera lo contrario, esos recursos pertenecían al país que los conservaba, lo cual era una barbaridad”.

Un Tratado que se consiguió aprobar en 2001, tras 28 años de negociaciones, fruto de la necesidad de cooperación internacional para compensar la interdependencia entre recursos genéticos. “No existe ningún país del mundo que sea autosuficiente, la media de interdependencia es de más del 70 por ciento. España depende en un 83-84 por ciento de recursos genéticos procedentes del exterior cada vez que hay un problema en nuestra propia agricultura. Además, se da una característica muy  interesante y es que en materia de agrodiversidad y recursos genéticos, los llamados países ricos son los más pobres con respecto a los recursos genéticos y al revés. La interdependencia no es lineal, el norte depende del sur mucho más que el sur del norte”.

Los objetivos del tratado son tres: la conservación de los recursos genéticos para las generaciones futuras es una obligación jurídica para todos los países; la utilización sostenible de los mismos, incluyendo una variedad más amplia de las variedades poco utilizadas; y la distribución justa y equitativa de los beneficios derivados del uso de esos recursos.

Dentro del Tratado Esquinas destaca dos elementos. El primero, el Art. 9 que reconoce los derechos del agricultor sobre el material genético. El segundo, los artículos del 10 al 13 en los que establece un sistema multilateral de acceso al recurso y de distribución equitativa de los beneficios derivados del mismo.

“Este sistema se aplica a  los 64 cultivos más importantes para la seguridad alimentaria mundial. Los usuarios pueden acceder libremente a ellos, pero esto les obliga a no patentarlos. Si hay material derivado y su comercialización produce beneficios monetarios, un pequeño porcentaje, (entre 0’5-1’1 por ciento) será para financiar proyectos y actividades en los países en desarrollo y sus comunidades agrícolas. Una especie de Tasa Tobin que se aplica sobre transacciones de geoplasma”, explica este hombre comprometido con la Tierra y con todos sus habitantes.

Pero a pesar de que este Tratado está ratificado por más de 130 países, incluido España, se lleva a cabo solo en parte. De ahí que Esquinas insista en la necesidad de que la sociedad civil presione a los gobiernos para que lo cumplan y “que el Tratado no quede en papel mojado”.

José Esquinas está convencido del de que la actual crisis es una crisis de ética, de valores, de confundir el concepto de desarrollo con el de crecimiento económico. “En 1999, Bután hizo una propuesta en Nueva York: que en lugar de medir el desarrollo por el PIB se sustituyera por el FIB (felicidad interior bruta). Años después, se aplicaron unos indicadores siguiéndolo y se vio que Bután era uno de los países más desarrollados. Esto produjo alarma en sectores económicos y financieros y se metió bajo la mesa”.

Esquinas sostiene que es un gran error pensar que el ciudadano no puede hacer nada. Mantiene que “el futuro es demasiado importante para dejarlo en manos de políticos o científicos. Recordemos el lema de Río: “Piensa globalmente, actúa localmente”, hagámoslo a través de internet, a través de nuestra profesión, a través de nuestro voto, de nuestro consumo. Eligiendo lo que queremos consumir, cómo, que sea limpio, justo, ético… Forcemos al mercado en esa dirección. Transformar el carro de la compra en un carro de combate.”

Su contundente discurso lo transmite con firmeza pero con tranquilidad. Muestra interés por saber si sus interlocutores le entienden. En esta ocasión, se dirige a los asistentes de la Jornada “Biodiversidad y Soberanía Alimentaria. La importancia de nuestras semillas para asegurar la Soberanía Alimentaria”, organizada por la Escuela de Agreoecología para la Paz, la Cooperación y el Desarrollo Rural Adolfo Pérez Esquivel de CERAI y la Plataforma per la Soberanía Alimentaria del Pais Valencià, en colaboración con SEAE. A ellos les alenta a que actúen, a que marquen objetivos utópicos, a que sueñen: “Es preciso soñar, salgamos de la realidad que nos ata para ver que tipo de mundo podemos tener y luchemos por eso. La crisis nos está diciendo que si seguimos así, esto se acaba. Mercado, democracia… son instrumentos para una sociedad mejor y los estamos convirtiendo en dioses infalibles y es un gran error. Si no queremos que esta generación sea la últimos tenemos que asumir la responsabilidad”.

Confiesa que en ocasiones teme ser repetitivo en sus afirmaciones, con sus ejemplos, pero que su ahínco es para que su discurso haga reaccionar cada vez a más personas: “Desde el momento en que conocemos las cifras tremendas del hambre ya no podemos eludir la responsabilidad. Lo peor que podemos hacer es no hacer nada pensando que no podemos tener impacto. El que piensa que es tan pequeño en la sociedad que no puede tener impacto es que nunca ha dormido con un mosquito en una habitación. No seamos mosquitos, sino moscas cojoneras.





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