Marina López Megías
Albacete
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Marina y Paco |
Igual que ella, Paco Ortuño, su esposo ya fallecido, directivo de grandes empresas, también vivió su infancia en el campo, en una finca entre naranjos y arrozales valencianos. Tras vivir en la ciudad, ambos decidieron retomar el cultivo de esas tierras, heredadas hace 49 años. En ellas se produce cereales, cebada, trigo y avena. También se cultiva viñedo, olivos, almendros y unos frutales para el consumo casero. Además cuenta con ovejas, vacas, gallinas, pavos…“Vienen las tórtolas, los jilgueros, los abejarucos, los mirlos…”, enumera con satisfacción Marina.
Todo se produce en ecológico. La finca se diseñó para que fuera autosuficiente: el cereal sustenta a los animales, y éstos producen estiércol para todos los cultivos. “Procuramos que no entre nada de
fuera y si entra algo, lo compramos a otros productores ecológicos. Conservamos las semillas y cultivamos plantas autóctonas. Siempre hemos trabajado en ecológico pero antes no existía ese nombre; era lo que se hacía toda la vida. Hace ya muchos años acudimos un día a la Consejería de Agricultura de la Comunidad y dijimos que queríamos la certificación ecológica; y nos dijeron “y ¿eso qué es?”. Empezamos a mover el tema; fuimos de los primeros en Castilla-La Mancha”.
De hecho Paco, se dedicó a la investigación de todo lo relacionado con el cultivo y la producción agroalimentaria ecológica y saludable, viajando por toda España y Europa y colaborando a la
difusión de sus conocimientos. También se interesó por la producción Biodinámica.
Entre sus vecinos, Marina es la única que produce en ecológico. Ella no intenta convencerlos, lo que sí que hace es colaborar con cursos de formación y también ha acogido a estudiantes de agrónomos,
de agricultura biodinámica…que realizan allí estudios o prácticas “Hemos tenido gente que venía del extranjero: Alemania, Austria, Francia, Polonia, Irlanda, Australia... Aquí aprendían a hacer el pan, a tratar con los animales…”.
De lo que más orgullosa se muestra es del vino y del aceite.
No olvida el día en el que llevaron al laboratorio una muestra de aceite para que lo analizaran. “Se quedaron asombrados ‘esto no lo he probado en mi vida, 0.1 de acidez, el aceite virgen extra’, dijeron”. Todo lo que producen, muy poco ahora, lo venden en casa. “Estamos muy flojetes de fuerzas porque yo estoy mayor y a mis hijos les gusta y ayudan, pero trabajan fuera. Antes, cuando elaborábamos en casa, venían de diferentes partes de España a comprarlo. También algo de vino”.
Tanto la uva como las aceitunas las comercializan en cooperativas ecológicas, pero Marina no está satisfecha totalmente con la forma en la que elaboran. “No es lo mismo la pequeña producción casi artesanal, que la gran producción. Además no todos los que se dicen ecológicos tienen conciencia de producir de forma saludable.”, comenta con una mezcla de pena y rabia.
La venta de carne les presenta aún más dificultades. “No la quiere nadie. Están acostumbrados a la carne convencional, llena de piensos compuestos y agua. Eso son hormonas que le meten y demás historias y la carne ecológica como es más músculo, más prieta y no está tan gordo el animal pues no la quieren”.
Asegura que el circuito de comercialización de la carne es muy complicado principalmente debido al tema burocrático. “Como tenemos pocos animales no merece la pena montar una línea en un matadero. El tema del transporte también es dificultoso. Además tiene que estar certificado el matadero, la carnicería… y cobran un disparate para vender nada.”
Para ella, el único beneficio es la salud, del que consume y de los animales. “Igual me da que lo coma uno u otro, quien come esto, come sano. Por esas dificultades no voy a dejar de hacer ecológico. Aunque sea, lo regalo”.
Marina tiene claro por dónde han de venir los cambios para mejorar la situación: “Los costes y papeles son iguales para productores grandes o pequeños y eso es un disparate; debería existir una proporcionalidad para que hubiese igualdad. Las certificadoras deberían dejar de cobrar tanto y se tendría que informar más para que la gente se mentalizara de que la comida ecológica es más sana y más barata. Es cierto que los intermediarios hacen que sea más caro pero conocemos amigos con huerta y la gente acude allí a comprar y se llevan las cestas de productos agrícolas a su casa”.
A pesar de todas las sombras, Marina se centra en las luces y afirma con rotundidad que seguirá trabajando en ecológico hasta que se muera, “y después de que me muera también. Quien quiera trabajar mi campo, lo tiene que hacer en ecológico. Yo con pan con aceite me basta. Con que la tierra esté sana y los animales sean felices, me conformo. Por eso le digo a todo el que produce en ecológico, o se está planteando el hacerlo, que no se desanime, que la vida tiene altibajos y que en cualquier momento sacaremos el cuello por donde sea”.
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